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¿Le has tenido miedo a la comida?

En el camino de las alergias alimentarias no hay quién en algún momento no haya temido a los alimentos.


Y es que no estamos hablando de temerle a unos kilitos de más cuando uno hace una dieta para bajar de peso.


Es temer que, al ingerir un alimento nuevo, o uno conocido, pero de dudosa procedencia podamos echar a andar una cadena de reacciones alérgicas que a lo menos nos quitarán el sueño un par de noches.


Las reacciones alérgicas a los alimentos (ya sea de uno mismo o de un hijo) son una experiencia sumamente traumática, se nos pasa la vida por delante, pensamos que todo puede llegar a lo peor, un shock anafiláctico o la muerte.


Incluso si no tenemos antecedente de que la alergia sea severa, cuando entras en este mundo escuchas historias de terror sobre reacciones inesperadas que se dan sin aviso.


A nosotros nos pasó con el maní. Nos fuimos de paseo a la montaña a un lugar donde son 2 horas al lugar con seña de celular más cercano. Y claro temí, prohibí a todos llevar maní por que sabía que era una reacción alérgica que podía generar la muerte. Ahora, mi hijo nunca ha probado el maní ni le he hecho exámenes para saber si es alérgico, pero no quise arriesgarme. Se que eso es algo que antes del diagnóstico de mi hijo nunca habría pensado antes.


Y es que entonces la comida se transforma en el enemigo. Dejamos de disfrutar el acto mismo, dejamos de disfrutar las convivencias sociales que se dan en torno a la comida. Ya no comemos como un acto de alimentarnos, saciarnos y saborear, sino como una obligación para no morir de hambre.


Y lamentablemente esta relación con la comida puede heredarse, o transmitirse a nuestros hijos, ellos aprenden de nosotros. A veces cuesta sentarse a probar un alimento nuevo en la papilla sin pensar que estoy “envenenando a mi hijo”.


Pero es algo a lo que debemos darle una vuelta, porque si creemos algo en el poder de la mente, de las palabras y la energía, sabemos que la predisposición a las cosas también las condiciona lo que ocurre (profecía autocumplida).


Es decir, si le doy a mi hijo una manzana pensando lo peor, estaré alerta, él estará alerta, esa experiencia no será grata y si además luego hay una reacción entonces se generalizará la sensación de incomodidad y dolor a todo el acto de comer y la comida.


Mientras que, si damos un nuevo alimento con calma, de manera lúdica, pensando que la manzana lo alimentará, que sus vitaminas le harán bien, entonces la relación de tu hijo con esa manzana será agradable, incluso si luego le hace mal.


Yo doy estoy consejos sin ser la gurú de la calma a la hora de comer, de hecho, incluso ahora que tenemos el pase de probar coas nuevas, noto cómo ha cambiado mi relación con la comida luego de estos años de exclusión.


Lo importante es tomar conciencia y tratar de meterle calma y disfrute a la cosa. Es importante que validemos también que es absolutamente normal que tengamos miedo, es una preocupación real y no es descabellado o loco sentirse así.


¿Y ustedes, han sentido miedo a la comida? ¿Cómo lo manejan?

Cuéntenme sus experiencias al respecto y comentemos el mayor miedo.


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